lunes, 14 de marzo de 2011

Emprendedores y Crecimiento Económico I. Introducción

“Las consecuencias que este tipo de cuestiones entrañan para el bienestar humano son sencillamente estremecedoras: una vez que uno empieza a pensar en ellas es difícil pensar en cualquier otra cosa” Robert Lucas, sobre el Crecimiento Económico.

Si analizamos las consecuencias del crecimiento a largo plazo comprenderemos mejor, la anterior cita, del insigne Nobel de Economía de 1995. Pequeñas diferencias en la tasa de crecimiento, sostenidas durante largos periodos de tiempo dan lugar a escenarios futuros completamente distintos. Me explico: Los Estados Unidos pasaron de tener una PIB per cápita de 2.244 $ en 1870 a 18.258 $ en 1990 (ambas cifras en dólares reales de 1985), llegando a ser el país más próspero del mundo. Lo que supone un crecimiento anual del 1,75%. Si el crecimiento hubiera sido del 0,75% la cosa hubiera cambiado ostensiblemente pues el PIB per cápita sería de 5.519 $, menos de una tercera parte. Estarían a la altura económica de países como Hungría o México. Tasas de crecimiento del 2,75% las mantuvieron en el mismo periodo países como Japón o Taiwan. Pasaron de sociedades autárquicas y rurales a encabezar el ranking de prosperidad mundial. Crecer al 1,75 % ó al 0,75% parece poca cosa, pero en una centuria provoca que nuestros hijos o nietos vayan a ser ricos o pobres. (Datos publicados en “Apuntes de Crecimiento Económico” Xabier Sala i Martín, Catedrático de Economía de la Universidad de Columbia).

La economía crece, básicamente, por tres efectos: Porque los trabajadores tienen más capital (máquinas, instrumentos, etc.) con los que trabajar. En segundo lugar porque tienen una mayor formación que los hace más productivos. Y el tercer elemento es el progreso tecnológico. Casi todos los gobiernos se centran en fomentar la inversión nacional, la educación y las actividades de investigación y desarrollo. Sin embargo, no a todos les funciona la misma receta. En unos casos por centrarse en sectores en declive. Muchas veces las ayudas públicas van a socorrer empresas quebradas. En otras ocasiones se estimulan con subvenciones determinados sectores que encajan con el partido en el poder o están de moda. También se fomenta el gasto en innovación como un fin en sí mismo, porque hay que llegar a determinado porcentaje de gasto para ser europeos. Hay mil variantes de políticas públicas erróneas, pero la causa principal es que el crecimiento económico real (el que funciona) no lo lideran los estados (salvo en los regímenes comunistas, con aciago resultado para sus súbditos). Que no lidere no significa que no influya en él. Lógicamente el peso de estado en nuestro páis es enorme, y en consecuencia sus decisiones son muy importantes.

“El crecimiento, la prosperidad y el bienestar se generan desde abajo, no desde el Estado. Sólo cuando se deja que el espíritu humano invente y cree, sólo cuando los individuos pueden tomar sus decisiones libremente y obtienen recompensa personal cuando tienen éxito, sólo entonces las sociedades están económicamente vivas y son dinámicas y libres” Ronald Reagan dixit. No sabría expresarlo mejor. Los estados deben facilitar el medioambiente adecuado para que prospere la iniciativa privada. No mediante ayudas directas sino creando un marco jurídico seguro, facilitando los trámites para constituir empresas, relajar la imposición a las nuevas empresas y fomentar la libre competencia en mercados abiertos. Para facilitar la productividad debemos abrirnos a grandes mercados. Como decía Adam Smith, cuanto más grande es el área de intercambio mayor resulta la oportunidad de especialización (a través de la división del trabajo). Y una mayor especialización devendrá en una mayor eficiencia. Los precios serán bajos y el suministro de mercancías abundante.


Carlos Medrano Sola es Licenciado en Economía y Emprendedor
http://economiapoliticaymas.blogspot.com

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