domingo, 18 de septiembre de 2011

España no puede quebrar. Publicado en Diario de Navarra el 26 de septiembre de 2011

Llevamos meses escuchando que estamos en un pozo, que es el fin del mundo conocido, que todo se va a la porra, etc. Y en una especie de ruleta macabra se apuesta por la quiebra de Grecia, de Italia, de España o de todas ellas. Bloomberg, profesor de la Universidad de Boston, ha escrito un artículo muy interesante sobre la segunda suspensión de pagos de España bajo el reinado de Felipe II. Dicha suspensión fue más política que económica. Felipe II estaba muy endeudado pero su mayor problema era la imposibilidad de subir impuestos por la oposición de Las Cortes y el clamor popular. El pueblo no quería una subida de impuestos, y pedía que no se pagara a los prestamistas extranjeros. El impago de España produjo una reacción en cadena que arrastró a los prestamistas a una quiebra cierta. A los dos años, España suplicaba por una refinanciación y volver al status quo anterior. Felipe II suspendió pagos en 1557, en 1575 y la última en 1596. Aunque ya ha pasado más de 400 años, todavía se estudia y se recuerda. Si exceptuamos la Guerra Civil, la última bancarrota fue en el siglo XIX. Estados Unidos tampoco pagó la deuda de los estados Confederados y todo el mundo dice que nunca han suspendido pagos.

Pero, ¿puede, en la actualidad, quebrar un Estado? En el caso de la quiebra de una empresa, los acreedores nombran unos administradores. Estos revisan la deuda existente y la tratan de cuadrar con los activos de la compañía. Si éstos no llegan a cubrir la deuda, los fiadores tendrán que asumir la pérdida. Ahora bien, la suspensión de pagos de un país es muy distinta. William Rhodes, Presidente de Citigroup en los años 80, sentenció “Countries don´t go bankrupt”; algo así cómo: los países no entran en bancarrota. Si un país decidiera declararse en quiebra, dejaría de pagar una parte de sus deudas, como pasa con las empresas. Esto provocaría un cierre en seco de toda la financiación exterior en el país. Además, todo lo que exportase le sería confiscado en pago del saldo pendiente. Las deudas comerciales no tienen inmunidad diplomática. En la práctica, supondría verse cerrado al exterior con un impacto brutal sobre su economía. Y como siempre con consecuencias muy graves para la población, especialmente para los más pobres y desamparados. Normalmente, los ricos tienen recursos para sacar el dinero a tiempo.

La alternativa más común es que el país se siente a negociar con el FMI una nueva ampliación del pago de la deuda con un compromiso de pago de la misma en unas condiciones más laxas. Lo normal es que se alargue el plazo de devolución a cambio de aumentar sustancialmente el principal. Ahora bien, el país deberá comprometerse a cumplir con un severo ajuste de su gasto público y subidas de impuestos que aseguren el cobro de los plazos del préstamo. Por desgracia, al FMI le importa más cobrarse la deuda que las implicaciones económicas que se derivan de la aplicación de sus planes de ajuste. Obviamente, en este segundo caso, los recortes presupuestarios y subidas de impuestos provocarían más penurias para los más desfavorecidos. En muchos casos, el colapso que provocan los ajustes hace que se enquiste el círculo vicioso de ajustes y refinanciación de la deuda.

Decía Benjamin Graham, maestro del multimillonario Warren Buffet, que “Dado que el bono es una inversión con una rentabilidad limitada (tienen un tipo fijo, en el caso español el 5% a diez años), nuestra principal preocupación debe ser la de evitar perder dinero: La selección de bonos es sobre todo un arte negativo. Es un proceso que consiste en excluir y rechazar más que uno de buscar y acertar”. En definitiva, que debemos elegir la mejor rentabilidad entre los países que menos probabilidad tengan de quebrar. El bono griego está a un atractivo 21% anual para el inversor que le gusten las emociones fuertes. Yo no le arriendo la ganancia.

Carlos Medrano Sola es Licenciado en Economía
http://economiapoliticaymas.blogspot.com



¿Dónde está el dinero? Publicado en Diario de Navarra el 21 de septiembre de 2011

Las tensiones en los mercados se han vuelto a solucionar con una transfusión coordinada de unos cuantos billones de dólares entre los principales bancos centrales del mundo. La bolsa volvió a la senda alcista. Y los titulares de la prensa lo celebraron. A la evolución de la bolsa se le da demasiada importancia. Seguramente porque sus vaivenes consiguen alterarnos fácilmente. Pero en realidad a la bolsa, a corto plazo, le da igual lo que pase porque funciona con algo tan simple como la cantidad de dinero que hay en el mercado. A más dinero sube y si escasea baja. Parece cómo si a nuestra enferma economía solo le funcionasen bien las transfusiones. Y como si los Doctores que la cuidan no supieran otro tratamiento. Pero la gente no es tonta y pregunta “¿Dónde está el dinero?”

“Si no hacemos esto ahora, no vamos a tener una economía el lunes”. Esta apocalíptica frase, de película de miedo, la pronunció Ben Bernanke en 2008. Consiguió atemorizar al Congreso Americano para que le diera a la impresora y empapelaron de dólares el mundo entero. Quería parar la caída de naipes que provocó el desplome de Lehman Brothers en septiembre de aquel año. Me abstengo de poner la cantidad de dólares que han sido introducidos en el mercado financiero internacional. Sin olvidarnos de que sus colegas de los principales Bancos Centrales del mundo han hecho lo mismo. Pero para que nos hagamos una idea del tamaño de la deuda USA, bastaría decir, que si colocásemos billetes de 100 dólares apilados uno encima de otro superarían ampliamente el volumen del mayor de los rascacielos del mundo (les invito a que entren en http://usdebt.kleptocracy.us/ para que se hagan una idea visual).

Pero todo esto no fue suficiente. Pasados tres años seguimos teniendo una necesidad no cubierta de financiación. Empresas y emprendedores lo destacan como la principal dificultad que se encuentran en este momento. USA, supuesto paradigma liberal, nacionalizó bancos ante el miedo a que fueran comprados por los chinos o los árabes. Ante la tremenda onda expansiva que provocó la caída de Lehman. No se atrevieron a dejar caer a más entidades y optaron por la vía de nacionalizar las pérdidas. Con el riesgo moral que esto acarrea. Es indignante que si va bien se queden con los beneficios y si va mal, despidan a los máximos ejecutivos con indemnizaciones multimillonarias. La banca siempre gana. Y lo que es peor, ningún responsable (salvo el famoso Madoff) paga las consecuencias.

Bueno, vale, pero ¿Dónde está el dinero? El vil metal está dedicado a refinanciar a las entidades financieras y estados a los que nadie les fía ya. Los ingresos apenas cubren una pequeña parte de sus necesidades de liquidez. Son empresas quebradas de libro. Pero se ha decidido no dejarlas caer e ir inyectándoles billetes cuando la cosa se pone muy malita. El dinero que cobran lo dedican a reducir deuda, en el mejor de los casos. Toman ese dinero, recién impreso, para entregarlo a sus prestamistas. Y así una y otra vez, a la espera de que los famosos brotes verdes (los cuáles no tienen ni un duro para germinar) se conviertan en una realidad y volvamos a la senda de crecimiento. Se recuperen los ingresos y vuelta a empezar con una inflación galopante. La cuál beneficiará a los quebrados porque hará que su deuda sea cada vez más pequeña. Pero las tensiones financieras sobre Grecia están barajando la posibilidad de que quiebre y se lleve por delante a otros países. El presidente Obama dijo que el verdadero problema para la economía mundial es que caigan España o Italia. Habría que recordarle la parábola de la paja en el ojo ajeno. Hace poco más de un mes su país tuvo serios problemas para hacer frente a sus deudas. Probablemente nadie quiebre porque al final siempre nos queda poner a trabajar a la Real Fábrica de Moneda y Timbre. El agujero de septiembre ya está tapado. Ahora, a esperar al siguiente. ¿Será antes de fin de año?

Carlos Medrano Sola es Licenciado en Economía
http://economiapoliticaymas.blogspot.com