jueves, 22 de julio de 2010

Especuladores o inversores: cuantos más, mejor (Publicado en Diario de Navarra el 22 de julio de 2010)

Hace apenas un mes tuve el placer de ir con mi amigo José Mari a un curso de iniciación a la bolsa en un céntrico hotel pamplonés. Se nos presentó una herramienta informática muy simple que permitía comprar y vender futuros sobre acciones en tiempo real. Desde el principio nos dijeron que nos podríamos poner largos y cortos. Ponerse largo es comprar barato y vender caro. Vamos, lo normal. Y ponerse corto es vender la piel del oso antes de cazarlo.

Es decir, si creemos que una acción está sobrevalorada y que por tanto va a bajar de precio, marcamos vender en la casilla correspondiente del programa. Si se confirma nuestra apuesta, compraremos las acciones a un precio inferior y las venderemos al precio que tenían cuando dimos la orden de venta. El diferencial entre una y la otra será la rentabilidad de la operación. Obviamente, si sucede lo contrario, y la acción sube de precio, tendremos pérdidas. Se puede ganar cuando la bolsa sube y también cuando baja. Sólo tenemos que ser capaces de anticiparnos a la tendencia. Entonces, si es tan fácil, ¿por qué no nos dedicamos todos a especular? ¿Dónde está la trampa? . El quid de la cuestión es que si yo gano es porque otro pierde. Así de claro. Entonces, para sobrevivir en la jungla financiera, lo que tengo que conseguir es ser más listo que la media del mercado. De otra manera, me desplumarán tarde o temprano. En el actual mar embravecido, llamado volatilidad, y con este fuerte oleaje, lanzarse al agua está vedado para el pequeño inversor. Esperaremos a que tras la tempestad vuelva la calma.
Alemania ha prohibido ponerse corto en sus mercados. ¿Cómo es posible que se prohíba allí y en Pamplona se explique en un curso de iniciación? ¿Dónde está el peligro? Si todos nos ponemos en contra de una acción nos la cargamos. Un buitre no mata una oveja pero muchos sí, aunque esté sana. Sin embargo un ecosistema no puede vivir eternamente con muchos buitres y pocas ovejas, ya que éstas desaparecerán y arrastrarán al otro barrio a los sepultureros alados. Y ¿por qué hay ahora tantos buitres? Sencillamente, porque hay mucha carroña (y no al revés). Además, los carroñeros se aprovechan de los bajos tipos de interés existentes. Acumulan grandes cantidades de dinero que arrojan con fuerza contra las acciones más débiles. La medida impuesta por Angela Merkel trata de cancelar un mercado que no tiene la suficiente transparencia, es decir, que puede manipularse en beneficio de sus cocineros. Quiere evitar que los especuladores arrasen con todo. En la Gran Depresión de 1929 se arruinaron la práctica totalidad de los inversores. Pero alguno se salvó. E incluso se hizo inmensamente rico como André Kostolany. Este especulador húngaro se puso corto y ganó una fortuna. Pero no fue feliz. Apostar corto es apostar a que las cosas iban a ir mal. Además, como fue de los pocos que lo hicieron y sus amigos se arruinaron, se quedó solo. Ya nadie iba a los restaurantes ni a los espectáculos que frecuentaban en los felices años veinte. Se definía a sí mismo como especulador. Y decía que el verdadero especulador era el que había conseguido salir a flote después de arruinarse dos veces. El especulador-inversor da liquidez al mercado (hay más órdenes de compra y de venta para que los demás podamos entrar o salir) asume un riesgo en busca de su beneficio. Cuantos más inversores haya mejor para que las distintas ofertas se encuentren con sus respectivas demandas y vayan construyendo los precios. En la situación actual sólo quedan unos pocos en el mercado: las manos fuertes. Tienen más información y experiencia que nosotros. Son los que venden con la euforia del mercado y compran con el pánico. Son como las meigas, nadie los ha visto pero haberlos haylos.

Todos somos especuladores. Cualquiera que compre un bien pensando en venderlo más adelante por un precio superior, lo es. Lo mismo da que compres patatas o derivados financieros. No obstante, los especuladores son los nuevos malos de la película. Cuando la bolsa baja, algunos medios de comunicación alertan de la presión bajista provocada por los especuladores, pero cuando sube son inversores los que la hacen ascender. Curioso, ¿no? ¿Acaso no son los mismos actores? Por último, y no menos importante, hay que diferenciar al especulador "legal" del que tiene información privilegiada o directamente manipula acciones, éste debe ir directo a la cárcel, no sin antes devolver lo robado.

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