sábado, 12 de febrero de 2011

Con la peseta era más fácil

D. José Luis Malo de Molina, Directivo del Banco de España, afirmó hace unos días en una conferencia de Institución Futuro, que en esta crisis era “la primera vez que no se podía recurrir al mecanismo, el más sencillo y suave, para los ajustes, que es la inflación”. Probablemente éste sea el coste más alto de pertenecer al euro. Esto me ha recordado a mi viaje de estudios: Venezuela, año 1993, piscina del hotel Los Roques. Un Señor se nos acerca, al saber que somos estudiantes españoles, y nos pregunta, a la vez que nos enseña un periódico, “¿Ya se han enterado de que su país vale un 25% menos que el año pasado?”. La noticia en portada era que España volvía a devaluar la peseta por tercera vez. Sus palabras no nos inquietaron demasiado, pues estábamos más preocupados de disfrutar de la playa sin quemarnos por el abrasador sol caribeño. A la vuelta a casa no notamos nada especial. La devaluación no se percibe a corto plazo. Los efectos principales fueron la mejora de las exportaciones, del turismo extranjero, el empeoramiento del coste de los carburantes, por la subida del petróleo. Y por consiguiente la sempiterna inflación. Pero lo peor de todo es que se volvió a optar por el camino más fácil, que es el de ser más pobres para compensar nuestra baja productividad. Me explico: Tradicionalmente la devaluación ha sido la solución más sencilla para salir de la crisis sin tener que hacer reformas estructurales. Fue usada en cada una de las crisis vividas en nuestro país en 1977, 1982, dos veces en 1992, otra en 1993 y la última en 1995. Cada una de ellas nos hizo más pobres con respecto a los países de nuestro entorno. Ganamos competitividad exterior. La devaluación es una forma de exportar paro. Vendo más que otras naciones porque soy más barato, y al aumentar mis exportaciones aumenta el empleo. Respecto a la inflación de aquellos años empeoró nuestra competitividad, pero por otra parte, ayudó a que la deuda se fuera haciendo más pequeña. Es una forma que tienen los estados de empequeñecer lo que deben. Ahora bien, no tiene comparación el rechazo a los recortes realizados por el Gobierno con la devaluación de la peseta de los años 90. El problema está en que al escoger entre hacer recortes o reformas se decidió por lo primero. Que es a su vez más fácil que hacer las reformas. Las necesarias para dejar de ser un país orientado a productos y servicios baratos. Porque ser más baratos en precio sólo nos puede conducir a serlo también en salarios, ya lo decía Schumpeter hace más de cien años. Da igual, en el resultado, si la rebaja es directa, como el recortazo, o se produce vía devaluación de la moneda. Cuántas veces en la vida elegir el camino más fácil conduce a peores resultados que elegir el correcto. Nuestro país se industrializó por la apertura al exterior. Las multinacionales llegaron buscando lo que ahora encuentran en los países emergentes (salarios baratos). Nuestra poco competitiva economía aprovechó el diferencial salarial para crecer. En la década pasada perpetuamos el sistema incorporando más mano de obra barata, a través de la inmigración. Y crecimos alrededor de la enorme burbuja inmobiliaria en la creencia de que los pisos nunca bajan de precio.

Ahora, y entonces, el problema más grave no es la deuda; es la productividad y el crecimiento. Los recortes ya han llegado. Pero las reformas no. Sigue siendo más fácil bajar salarios que realizar los ajustes necesarios a un mercado laboral inelástico, un sistema educativo igualitarista (en la mediocridad) y una bajísima productividad por empleado. Hay que centrarse en mejorar la productividad por la vía la innovación. La cuál es generada en un 81% por los propios trabajadores (según el Dr. Bhidé, de la Universidad de Columbia). Y no me interesa el gasto en I+D sino el resultado que se obtenga de él. Y para tener trabajadores innovadores debemos fomentarlo desde la escuela. Una educación no memorística como la actual, en la que se va al examen a repetir como loros lo expuesto por el profesor. Un sistema educativo en el que se fomente la creatividad y el espíritu crítico. Alumnos que se cuestionen todo, incluso lo que les dice el profesor. Falta revalorizar socialmente la figura del emprendedor como generador de riqueza y empleo. Ya que son los que nos sacarán de este pozo.

Carlos Medrano Sola es Licenciado en Economía
http://economiapoliticaymas.blogspot.com

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