domingo, 2 de diciembre de 2012

Los herederos del viejo Scrooge (Publicado en Diario de Navarra el 11/12/2012)



Recientemente la UE ha aumentado el control sobre las Agencias de Rating. A partir de ahora deberán hacer público un calendario anual con un máximo de tres evaluaciones a estados miembros. Y es que la última rebaja de la calificación de Francia, perdió las tres A, ha sentado muy mal. España también tuvo la triple A en tiempos de Zapatero. Otros países europeos también han perdido el privilegio de las AAA. Esta cuesta se baja fácil, subirla costará bastante más.  Las consecuencias para estos estados y por extensión sus empresas y personas, es que les van a subir el coste de su financiación. Los motivos son claros; debilidad económica,  ajustes fiscales y bajos resultados de Innovación (no el gasto en I+D, sino su resultado, insisto), redundarán en una menor competitividad de estas economías, menor capacidad exportadora y peor situación para enfrentarse a los próximos envites de la crisis.
Desde que comenzó la crisis el triunvirato, formado por Standard & Poors, Moody´s y Fitch, han estado en el punto de mira. Ellas fueron las que calificaron con la máxima nota a los créditos subprime y todos sus derivados. Toda aquella basura empaquetada con vistosos lazos tenía el sello AAA. Y lo peot es que estos auditores también se han ido de rositas. La responsabilidad de los que empaquetaban las subprime es comparable a la de sus avalistas. Pero, de nuevo vemos como las responsabilidades se van diluyendo y se escurren por las rendijas de las cloacas. Conste que no critico que deban existir estas agencias, sino que sus responsables deben responder. Las personas físicas que lo hicieron deben pagar por ello. Y no escudarse en el parapeto de la institución para eludir las consecuencias. Si esta crisis la vamos a pagar a escote entre los contribuyentes, debemos exigirlo. ¿Dónde está la credibilidad de unos auditores que un día nos dicen una cosa y al día siguiente la contraria? Lo cierto es que todavía, y después de todo, estos entes de poder tienen una enorme influencia en los mercados.  
Hace 200 años nació Charles Dickens. Su abuelo materno se dio a la fuga para no ser arrestado tras encontrarle culpable por apropiación indebida. Su padre fue encarcelado por deudas, de modo que Dickens fue uno de tantos niños pobres que tuvo que trabajar para subsistir. Esto marcó su vida. Pero a pesar de esos inicios, triunfó y creó un nuevo género literario, la novela social, en la que denunció la explotación de los más humildes.  De todas sus obras, hay una que siempre me ha encantado; Cuento de Navidad. La archiconocida historia del viejo Ebenezer Scrooge y los fantasmas de las Navidades. Cuando nuestro autor pensó en la peor calaña de adoradores del vil metal, utilizó a las agencias de rating de la época, como la quinta esencia del capitalismo más inhumano. Y es que Scrooge no era sino el propietario de la más importante agencia de calificación de Londres; “el nombre de Scrooge avalaba en la Bolsa cualquier cosa sobre la que decidía señalar con su dedo”. Su frialdad era tal que, incluso en la época más bondadosa del año, le negaba la limosna a los parroquianos que se la pedían para ayudar a los pobres. “¿No hay prisiones?, ¿Están llenos los asilos para pobres?” replicaba. El viejo avaro no reblandece su corazón cuando muere su socio Marley, es más, se vanagloria de lo barato que le sale el entierro, al que solo fue él. No le intimidan los villancicos. Desprecia  la invitación de su sobrino a cenar en Nochebuena con su famoso exabrupto “¡Paparruchas¡”. Tampoco le ablandan el recuerdo de las Navidades pasadas ni las terribles Navidades presentes de su empleado, al que ve cómo se le muere un hijo por no tener dinero para medicinas. Es la muerte la que obra el milagro de la transmutación. Cuando se ve en la tumba, cuando observa a sus sirvientes robándole las pertenencias, cuando escucha como se mofan de su tacañería sus competidores al salir de la Bolsa. El tacaño y el cerdo solo dan un día bueno en sus vidas, el último. La redención transforma el drama en comedia y todos contentos. Las agencias de rating han de aprender su lección. Y nosotros exigir cambios. Decisiones de unos pocos afectan a la vida de todos. Deben responder ante sus errores, de lo contrario estaremos condenados a volver a tropezar en la misma piedra. Y no tendremos un final feliz.

Carlos Medrano Sola es Licenciado en Economía
Economiapoliticaymas/blogspot.com 

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