Recientemente
la UE ha aumentado el control sobre las Agencias de Rating. A partir de ahora
deberán hacer público un calendario anual con un máximo de tres evaluaciones a estados
miembros. Y es que la última rebaja de la calificación de Francia, perdió las
tres A, ha sentado muy mal. España también tuvo la triple A en tiempos de
Zapatero. Otros países europeos también han perdido el privilegio de las AAA.
Esta cuesta se baja fácil, subirla costará bastante más. Las consecuencias para estos estados y por
extensión sus empresas y personas, es que les van a subir el coste de su
financiación. Los motivos son claros; debilidad económica, ajustes fiscales y bajos resultados de Innovación
(no el gasto en I+D, sino su resultado, insisto), redundarán en una menor
competitividad de estas economías, menor capacidad exportadora y peor situación
para enfrentarse a los próximos envites de la crisis.
Desde
que comenzó la crisis el triunvirato, formado por Standard & Poors, Moody´s
y Fitch, han estado en el punto de mira. Ellas fueron las que calificaron con
la máxima nota a los créditos subprime y todos sus derivados. Toda aquella
basura empaquetada con vistosos lazos tenía el sello AAA. Y lo peot es que estos
auditores también se han ido de rositas. La responsabilidad de los que
empaquetaban las subprime es comparable a la de sus avalistas. Pero, de nuevo
vemos como las responsabilidades se van diluyendo y se escurren por las rendijas
de las cloacas. Conste que no critico que deban existir estas agencias, sino que
sus responsables deben responder. Las personas físicas que lo hicieron deben
pagar por ello. Y no escudarse en el parapeto de la institución para eludir las
consecuencias. Si esta crisis la vamos a pagar a escote entre los
contribuyentes, debemos exigirlo. ¿Dónde está la credibilidad de unos auditores
que un día nos dicen una cosa y al día siguiente la contraria? Lo cierto es que
todavía, y después de todo, estos entes de poder tienen una enorme influencia
en los mercados.
Hace
200 años nació Charles Dickens. Su abuelo materno se dio a la fuga para no ser
arrestado tras encontrarle culpable por apropiación indebida. Su padre fue
encarcelado por deudas, de modo que Dickens fue uno de tantos niños pobres que
tuvo que trabajar para subsistir. Esto marcó su vida. Pero a pesar de esos
inicios, triunfó y creó un nuevo género literario, la novela social, en la que
denunció la explotación de los más humildes.
De todas sus obras, hay una que siempre me ha encantado; Cuento de
Navidad. La archiconocida historia del viejo Ebenezer Scrooge y los fantasmas
de las Navidades. Cuando nuestro autor pensó en la peor calaña de adoradores
del vil metal, utilizó a las agencias de rating de la época, como la quinta
esencia del capitalismo más inhumano. Y es que Scrooge no era sino el
propietario de la más importante agencia de calificación de Londres; “el nombre de Scrooge avalaba en la Bolsa
cualquier cosa sobre la que decidía señalar con su dedo”. Su frialdad era
tal que, incluso en la época más bondadosa del año, le negaba la limosna a los
parroquianos que se la pedían para ayudar a los pobres. “¿No hay prisiones?, ¿Están llenos los asilos para pobres?”
replicaba. El viejo avaro no reblandece su corazón cuando muere su socio
Marley, es más, se vanagloria de lo barato que le sale el entierro, al que solo
fue él. No le intimidan los villancicos. Desprecia la invitación de su sobrino a cenar en Nochebuena
con su famoso exabrupto “¡Paparruchas¡”.
Tampoco le ablandan el recuerdo de las Navidades pasadas ni las terribles Navidades
presentes de su empleado, al que ve cómo se le muere un hijo por no tener
dinero para medicinas. Es la muerte la que obra el milagro de la transmutación.
Cuando se ve en la tumba, cuando observa a sus sirvientes robándole las
pertenencias, cuando escucha como se mofan de su tacañería sus competidores al
salir de la Bolsa. El tacaño y el cerdo solo dan un día bueno en sus vidas, el
último. La redención transforma el drama en comedia y todos contentos. Las
agencias de rating han de aprender su lección. Y nosotros exigir cambios.
Decisiones de unos pocos afectan a la vida de todos. Deben responder ante sus
errores, de lo contrario estaremos condenados a volver a tropezar en la misma
piedra. Y no tendremos un final feliz.
Carlos
Medrano Sola es Licenciado en Economía
Economiapoliticaymas/blogspot.com
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