Tres chistes de economistas
Libertad, responsabilidad, transparencia, competencia, mercado, gestión, espíritu crítico, mejora continua y lucha contra la pobreza.
miércoles, 12 de diciembre de 2012
lunes, 3 de diciembre de 2012
Optimismo realista (Publicado en Diario de Navarra el 22 de diciembre de 2012)
¡Qué
viene el lobo¡ gritaba Pedro. Y claro, a la tercera nadie creyó al pequeño
mentiroso y el lobo se comió sus ovejas. Tantos años oyendo crecer los brotes
verdes nos han hecho ignorar que lo cierto, es que de esta crisis también
saldremos. No sé cuando, pero pasará. Y es que no hay mal que cien años dure, y
como dice mi socio “ni cuerpo que lo
resista”. La capacidad predictiva de los economistas no se diferencia mucho
de los meteorólogos. A pesar de las predicciones de algunos falsos profetas,
que los hay, los augurios pierden fiabilidad conforme se alejan en el tiempo.
Entre
tanto pesimismo, si hacemos el esfuerzo de ver el vaso medio lleno podremos
comprobar que hay datos positivos. Hace poco se publicaba, como mala noticia,
que se ha reducido la renta disponible de las familias un 3,2% hasta los
172.000 millones de euros. Si esas familias se convencieran de que la crisis ha
tocado fondo y decidieran gastar un tercio de sus ahorros (en todo aquello que
no compran por si acaso) la enorme ola sería del tamaño de seis Planes E (los
de Zapatero). No habría mejor plan de estímulo. En estos años se ha avanzado en
corregir los desequilibrios causados por la crisis. Seguramente la morosidad y
el paro todavía no han tocado fondo. Pero que la economía se está ajustando, es
un hecho. Si analizamos el precio de la vivienda con respecto a la renta per
cápita, se observa que estamos cerca de volver a la relación precios-renta que
había en los años 80, cuando los tipos de interés eran del ¡15%¡. Ahora España
tiene superávit comercial con el resto de Europa. El tradicional superávit
comercial entre Alemania con España se ha desinflado un 52% este año (quizá
porque ya no compramos audis). Equilibrar nuestra balanza de pagos es
fundamental para romper nuestra dependencia con la financiación exterior y
recuperar la confianza de los mercados. Es más, la Eurozona en su conjunto está
en cotas de superávit no vistas desde hace 25 años. Los inversores en bonos
están volviendo a comprar en la vieja Europa, y esto se refleja en la reducción
del coste de la financiación, la famosa prima de riesgo. España es el país más
atractivo de Europa para invertir. El coste hora por hora trabajada por un
español es de 20 € comparado con los 30€ en Alemania, 34 € en Francia o 27 € en
Italia. Estas diferencias en retribución con un alemán estarían justificadas si
este fuese un 50% más productivo que un español, pero en realidad solo lo es en
un 16% más. Comparado con Francia e Italia, el binomio coste y productividad,
España también es más atractiva para invertir. Y si tenemos en cuenta que en
España trabajamos 1700 horas al año, frente a 1600 en Italia y menos de 1500 en
Francia y Alemania, la comparación todavía nos es más favorable. El indicador
adelantado, que suele ser la Bolsa, también está mejorando en los últimos
meses. La subida de la bolsa del año 1932 anticipó la salida de la Gran
Depresión. Mirar la historia puede dar pistas a cerca del futuro. Aunque no se
debe conducir el coche mirando el retrovisor. Goldman Sachs ha hecho unas
previsiones muy positivas para Wall Street con crecimientos de dos dígitos en
2013. Si esto se cumple, la locomotora bursátil mundial arrastrará a otros
índices el próximo año.
Al
inversor Warren Buffet “se le hace la
boca agua”, según sus palabras, viendo las oportunidades de inversión en un
mercado excesivamente deprimido. Y es que el oráculo de Omaha, como se le
conoce en el parqué, tiene 40.000 millones de dólares dispuestos a invertir en
compañías sólidas, que están a precios de ganga. A Madrid ha llegado el millonario
Adelson, con un cargamento de dólares texanos, a crear el proyecto Eurovegas
como un renovado Mr. Marshall.
Muchos
pesimistas se escudan en que son realistas. Pues bien, yo soy optimista
realista. Quedan demasiados asuntos en el aire, pero si únicamente miramos los
malos datos y perdemos la esperanza, solo nos queda sentarnos a esperar el
fatal desenlace. ¿Quién sabe si ya ha pasado lo peor? Como decía Hellen Keller “Ningún
pesimista ha descubierto el secreto de las estrellas, ni ha navegado por mares
desconocidos, ni ha abierto una nueva puerta al espíritu humano”.
Carlos
Medrano Sola es Licenciado en Economía
Economiapoliticaymas/blospot.com
domingo, 2 de diciembre de 2012
Los herederos del viejo Scrooge (Publicado en Diario de Navarra el 11/12/2012)
Recientemente
la UE ha aumentado el control sobre las Agencias de Rating. A partir de ahora
deberán hacer público un calendario anual con un máximo de tres evaluaciones a estados
miembros. Y es que la última rebaja de la calificación de Francia, perdió las
tres A, ha sentado muy mal. España también tuvo la triple A en tiempos de
Zapatero. Otros países europeos también han perdido el privilegio de las AAA.
Esta cuesta se baja fácil, subirla costará bastante más. Las consecuencias para estos estados y por
extensión sus empresas y personas, es que les van a subir el coste de su
financiación. Los motivos son claros; debilidad económica, ajustes fiscales y bajos resultados de Innovación
(no el gasto en I+D, sino su resultado, insisto), redundarán en una menor
competitividad de estas economías, menor capacidad exportadora y peor situación
para enfrentarse a los próximos envites de la crisis.
Desde
que comenzó la crisis el triunvirato, formado por Standard & Poors, Moody´s
y Fitch, han estado en el punto de mira. Ellas fueron las que calificaron con
la máxima nota a los créditos subprime y todos sus derivados. Toda aquella
basura empaquetada con vistosos lazos tenía el sello AAA. Y lo peot es que estos
auditores también se han ido de rositas. La responsabilidad de los que
empaquetaban las subprime es comparable a la de sus avalistas. Pero, de nuevo
vemos como las responsabilidades se van diluyendo y se escurren por las rendijas
de las cloacas. Conste que no critico que deban existir estas agencias, sino que
sus responsables deben responder. Las personas físicas que lo hicieron deben
pagar por ello. Y no escudarse en el parapeto de la institución para eludir las
consecuencias. Si esta crisis la vamos a pagar a escote entre los
contribuyentes, debemos exigirlo. ¿Dónde está la credibilidad de unos auditores
que un día nos dicen una cosa y al día siguiente la contraria? Lo cierto es que
todavía, y después de todo, estos entes de poder tienen una enorme influencia
en los mercados.
Hace
200 años nació Charles Dickens. Su abuelo materno se dio a la fuga para no ser
arrestado tras encontrarle culpable por apropiación indebida. Su padre fue
encarcelado por deudas, de modo que Dickens fue uno de tantos niños pobres que
tuvo que trabajar para subsistir. Esto marcó su vida. Pero a pesar de esos
inicios, triunfó y creó un nuevo género literario, la novela social, en la que
denunció la explotación de los más humildes.
De todas sus obras, hay una que siempre me ha encantado; Cuento de
Navidad. La archiconocida historia del viejo Ebenezer Scrooge y los fantasmas
de las Navidades. Cuando nuestro autor pensó en la peor calaña de adoradores
del vil metal, utilizó a las agencias de rating de la época, como la quinta
esencia del capitalismo más inhumano. Y es que Scrooge no era sino el
propietario de la más importante agencia de calificación de Londres; “el nombre de Scrooge avalaba en la Bolsa
cualquier cosa sobre la que decidía señalar con su dedo”. Su frialdad era
tal que, incluso en la época más bondadosa del año, le negaba la limosna a los
parroquianos que se la pedían para ayudar a los pobres. “¿No hay prisiones?, ¿Están llenos los asilos para pobres?”
replicaba. El viejo avaro no reblandece su corazón cuando muere su socio
Marley, es más, se vanagloria de lo barato que le sale el entierro, al que solo
fue él. No le intimidan los villancicos. Desprecia la invitación de su sobrino a cenar en Nochebuena
con su famoso exabrupto “¡Paparruchas¡”.
Tampoco le ablandan el recuerdo de las Navidades pasadas ni las terribles Navidades
presentes de su empleado, al que ve cómo se le muere un hijo por no tener
dinero para medicinas. Es la muerte la que obra el milagro de la transmutación.
Cuando se ve en la tumba, cuando observa a sus sirvientes robándole las
pertenencias, cuando escucha como se mofan de su tacañería sus competidores al
salir de la Bolsa. El tacaño y el cerdo solo dan un día bueno en sus vidas, el
último. La redención transforma el drama en comedia y todos contentos. Las
agencias de rating han de aprender su lección. Y nosotros exigir cambios.
Decisiones de unos pocos afectan a la vida de todos. Deben responder ante sus
errores, de lo contrario estaremos condenados a volver a tropezar en la misma
piedra. Y no tendremos un final feliz.
Carlos
Medrano Sola es Licenciado en Economía
Economiapoliticaymas/blogspot.com
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