Se ha suicidado Amaia Egaña, vecina de
Baracaldo, cuando iban a desahuciarla. Era amiga de Patxi López, el ex
lehedakari. En octubre se ahorcó un hombre en Granada al que iban a desalojar.
El horror de estos suicidios ha removido las conciencias y hay reacciones para
tratar de que no vuelva a pasar. El total de ejecuciones hipotecarias desde
2008 ha ascendido a 373.000. Como decía Stalin un millón de muertos es una
estadística y un muerto una tragedia.
Hay un movimiento social a favor de la dación en
pago retroactiva (devolver el piso y saldar la deuda) como solución. El
problema es que el mercado se ha hundido y nadie quiere ladrillos. Tampoco el
banco. Pero claro, como se han salvado a los bancos, en vez de dejar que
quebraran, es injusto que no se rescate a las personas. La dación en pago es una
opción hipotecaria de la que existen varias ofertas en el mercado. Son más
caras que las otras porque el acreedor asume el riesgo de quedarse con el piso.
En EEUU es una clausula habitual. Aquí las entidades financieras son los malos
de turno. En especial las nacionalizadas. Era una quimera fusionar bancos
quebrados (apodados zombis desde 2008) con el propósito de crear uno rentable.
Debieron cerrar y que sus accionistas y gestores respondieran por las pérdidas.
A un zombi hay que dispararle en el cerebro antes de que te muerda. Las
corporaciones creadas siguieron en el mercado como el monstruo de Frankenstein.
Pero ya era tarde para cerrarlas porque eran demasiado grandes para caer, pues
arrastrarían con ellas al resto de la economía. Socialismo de ricos,
nacionalizan las pérdidas sin renunciar a sus derechos. Por no atajar los
problemas de raíz estamos en un lio tremendo. Se han querido paliar las
consecuencias sin solucionar las causas. Y así nos va. La dación en pago retroactiva
empeoraría la situación. No hay que caer en el simplismo de considerar que
todos los acreedores son malos, y los deudores víctimas. Por mucha locura
colectiva que padecimos, a nadie le obligaron a comprar un piso en 2006. Si
ahora, que vale un 40% menos, se puede devolver, habrá cola en el banco para
entregar las llaves (tonto el último). Se incrementará el agujero de los bancos
quebrados y las pérdidas del resto. Y las consecuencias (más impuestos y
financiación más cara) las pagaríamos a escote. Otra vez se diluirían las
responsabilidades de unos entre todos. Se necesita un plan de choque que
detecte los casos más urgentes. Pero sin olvidar las causas. El paro y también el
analfabetismo financiero de este país. Si damos un pez solucionamos la comida
un día. Pero si enseñamos a pescar nunca más pasarán hambre. Tenemos que
mojarnos y dar un paso para enseñar al que no sabe. Educación financiera y
reciclaje profesional. Y no mirar al papá estado para todo. El Estado debe
defender a los desamparados y a los más débiles de la rapiña. Como denunció
Steinbeck en “Las uvas de la ira” cuando los campesinos de Oklahoma eran expulsados
de sus tierras y extorsionados. Retrato de un tiempo en el que en EEUU morían
los niños de hambre. La UE ha declarado que nuestra ley no ampara los derechos
de los consumidores. Que se revise. Varios jueces han pedido cambios en la ley
de ejecución presupuestaria. Uno de ellos dijo que no quería ejercer de
cobrador del frac. El pueblo quiere justicia y ellos son los que la tienen que impartir.
Steinbeck lo reflejó muy bien cuando el padre campesino desahuciado reclama
justicia y trata de saber a quién hay que disparar para defenderse. Al pobre le
resulta imposible saber quién es el responsable último pues detrás de su
desgracia están las corporaciones propietarias de la tierra y detrás de ellas
el apoderado del banco en Tulsa y por último un banco en Nueva York. Ahora
necesitamos justicia y no la del lejano oeste. Que los jueces investiguen
también a las centenas de chorizos que han poblado nuestro suelo patrio. Llama
la atención que con tanto abuso no tengamos las cárceles llenas. Y si para ello
necesitan herramientas, que las pidan también.
Como decía el general Mc Arthur “Todos los
errores de la humanidad se pueden resumir en dos palabras; demasiado tarde”. Desde
luego, es demasiado tarde para los muertos.
Carlos Medrano Sola es Licenciado en Economía
economiapoliticaymas/blogspot.com
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