Como el despertar de una enorme resaca sanferminera, así se
ha desayunado nuestra economía después del histórico plan de recortes de Rajoy.
El Presidente del Gobierno pidió aguante
a De Guindos. Draghi dijo no. En su última comparecencia negó que fuera a
comprar deuda soberana este verano. En las películas de indios y vaqueros se repetía
una escena similar. Fort Apache estaba rodeado de indios (los especuladores).
Un emisario (Draghi) llegaba para anunciar que no vendría el séptimo de
caballería. Los jefes de todas las tribus indias se juntaban para tratar la
nueva situación. Y decidían unirse (incluso entre tribus enemigas) para atacar
salvajemente a los necesitados yankees (nosotros). Este era el panorama financiero
para este verano hasta ayer. Con la
peseta era mucho más fácil. Solchaga devaluó la economía un 25% y no tuvo tanta
repercusión. Probablemente éste sea el coste más alto de pertenecer al euro. En
el otro lado de la balanza está que formar parte del Euro implica que no podemos caer sin arrastrar
al resto. El Euro se creó en base a un mercado y una unión monetaria, obviando
la necesaria unión fiscal. Se empezó la casa por el tejado y ahora toca
sufrirlo.
“Aguanta, somos la cuarta potencia de Europa,
España no es Uganda” Fue el SMS que envió Rajoy a De Guindos. Parecía que aquel
histórico sábado nuestros problemas estaban resueltos. La alegría nos duró
menos de 48 horas. Y no fue por culpa de las elecciones griegas. La cuestión es
que no era suficiente. Nadie se creía que el rescate de la banca, como un
préstamo indirecto de la UE, iba a ser inocuo. Nada es gratis. Este préstamo lo
que nos va a dar es tiempo para equilibrar las cuentas públicas y el sistema
financiero. Ambos hechos tendrán lugar si la economía real se pone en marcha. Esa
es la clave para salir del pozo. Hay medidas como las de subir impuestos que
van en la dirección contraria pues perjudican a la recuperación. Y no se pueden
subir los impuestos indefinidamente porque llega un punto en el que la subida
de impuestos trae menor recaudación. Y si no que se lo pregunten a los últimos
ministros de Hacienda.
A bajar las cotizaciones a la Seguridad Social y subir el
IVA le llaman algunos economistas “trilerismo fiscal”. Reducir las cotizaciones
a la Seguridad Social implicará que sea más barato crear empleo y por tanto
puede fomentar la reducción del paro. Esta doble medida favorece las
exportaciones del país. Como no podemos devaluar la peseta, concebimos una
devaluación fiscal. Un juguete español paga IVA y de forma indirecta también
Seguridad Social, por el contrario, un juguete chino solo paga el IVA. Con los
recortes y la subida impositiva se va a reducir la demanda interior. La
devaluación fiscal pretende que sea la demanda exterior la que compense y tire
de nuestra economía.
Separar los bancos buenos de los malos, mayor transparencia
y recapitalización son medidas que van en la dirección correcta. No voy a
entrar en el detalle de los recortes porque lo pueden leer en el periódico. Un fuerte recorte del gasto público y medidas
para mejorar la competitividad están interrelacionados, según Sala i
Martin, “porque hay muchos estudios empíricos que
demuestran que las crisis fiscales que se resuelven con reducción de gasto
tienen más probabilidad de generar crecimiento a medio plazo que las que se
resuelven con aumentos masivos de los impuestos”.
Lo que le interesa a todo prestamista es la capacidad de
pagar del prestatario. La deuda no es tan grande como en otros países, nuestro
problema es el déficit. Los ingresos fiscales durante la burbuja inmobiliaria
eran anormales y no volverán. Sin embargo, el estado se propuso mantenerlos o
incluso incrementarlos gastando en planes de estímulo baladíes. Hoy toca pagar
30.000 millones de euros, sólo en intereses. Hoy la bolsa sube hasta que saquen
cuentas y se pongan en rojo de nuevo, porque ya hay quien dice que el recorte no
es suficiente. Los remedios para la resaca hacen su labor, pero el clavo no se
quita tan fácil.
Carlos Medrano Sola es licenciado en Economía
http://economiapoliticaymas.blogspot.com.es